El amor me presentó a Tenerife. Me casé con una canaria y formé una familia. Las islas de la eterna primavera representaban un sueño: un destino exótico lejano, al otro lado del mundo. Lejos como la luna. Cuando vine por primera vez en 1960, tuve la sensación de entrar en una nueva dimensión. El clima suave y constante, la vegetación, el Teide y sobre todo la gente, me secuestran al instante. Puerto de la Cruz me recibió inmediatamente como hijo canario; a partir de ese momento nunca pensé en volver a Italia. Aquí transferí mis habilidades y mi experiencia en turismo. Un país a escala humana que sabe ser hospitalario con extranjeros de todas las nacionalidades y razas. Aquí nacieron mis hijos, a quienes les enseñé mi idioma, pero son y se sienten absolutamente isleños. Para contar el entorno en el que vivo, he incluido en esta página dos pequeños videos que resumen perfectamente Tenerife con sus colores, sus actividades y sus sabores.